4 mar 2015

Restlessness.

Llegados a este punto, creo que es necesario volver a vernos las caras. Vengo para hablarte de lo que ya sabes, de lo que hay que afrontar, de lo que hay que superar, de lo que no te apetece recordar.
Intento no mirar mas allá de lo que hay, supondré que no existe aquello a lo que llaman karma, aunque en el destino y en la suerte hace tiempo que empecé a creer.
Después de cada una de las cosas que me han pasado, incluido tú, ¿Cómo no iba a creer en la suerte si detrás de cada suceso indeseable me haces sentir la persona más afortunada del mundo?

Tanto para mal como para bien, ¿Por qué yo? ¿Por qué a mi?

Y si continuo con el destino, diré que las cosas siempre pasan por algo, o no tendrían sentido esa serie de sucesos aparentemente sin relación, pero que dependen el uno del otro para el acontecimiento de algo brutal. Todo encaja por alguna razón.

Alguien me dijo que debería esconderme en casa y no salir para evitar que mi suerte me la jugará de nuevo... Pero es que aún no he aprendido a hacer eso.
Ojalá fuese alguien menos inquieta. Estoy segura de que sería mucho más feliz.
Mi rutina de vida se la cedería en este momento a aquella persona que entendiese la felicidad en una tarde de sofá, tele y algo para picotear, a alguien que adore su cama y se quede dormido del tirón sin plantearse otro pensamiento.
En cambio aquí estoy yo, de madrugada, con el insomnio por delante e inventándome una excusa para despertar y aprovechar todo lo que pueda el día de mañana.

Supongo que lo que me pasa a veces  es que tengo miedo. Miedo de dar pasos en falso, pero es que en realidad lo que más me aterra es no hacer nada.