24 jul 2014

Medir el tiempo.

Y lo siento por Andrés, pero hasta su canción mas bonita se queda corta si se trata de ti y de mi. Yo te veo en cada gaviota y en cada rincón que recorrimos de mi casa hasta que conseguimos tocar las estrellas.
Desde que te conozco he descubierto incontables formas de medir las horas, los minutos y los segundos. De repente mi tiempo se ha convertido en nuestros momentos, en los antes y en los después de cada reencuentro, en el instante de abrir la puerta del baño y oler que estarás ahí cuando baje las escaleras, en los minutos que pasaban mientras nos empapábamos y nos recorríamos al completo sin dejar ni un espacio libre en la piel. El futuro se ha convertido en una forma de verte, porque miro hacia él y te encuentro a ti.
De repente mi sentido del tiempo son los días que quedan en el calendario. Casi siempre eternos.
Ahora el tiempo es justo lo que quiero que corra para volver a verte y lo que no quiero que pase cuando llegas y me abrazas por detrás.
Lo has conseguido, gracias a ti ya sé que lugar y momento elegir si pudiese teletransportarme en el tiempo y en el espacio.
Y no hablemos de mi escasa noción del tiempo cuando te he tenido debajo y mis manos no podían evitar apretar con fuerza un puñado de la arena blanca de Cádiz.
Sabiendo que te has convertido en todo lo que rodea mi tiempo, ¿Cómo no iba a tener miedo? Si pensaba que ya lo había visto todo, si creía que ya nada me iba a sorprender, parece casi imposible que cada vez que te tengo o siento cerca, descubro algo nuevo de alguna manera inexplicable.
Y aunque esto me suene a dependencia, creo que estaría dispuesta a seguir descubriendo en cuantas cosas llegaríamos a ser los primeros... Y que tengamos todo el tiempo del mundo para ello.


1 jul 2014

Brindemos

Tú eres eso. Tú eres esa mezcla de sensaciones sin sentido. Las que últimamente no paran de revolverse en si mismas y dentro de mí.
Puede que lo que sintamos al vernos sea lo mismo, o por el contrario muy distinto. Puede que en realidad me de cuenta que no fue echar de menos sino de más. Puede que arranque en un impulso de querer tirarte al suelo o darte un abrazo de esos que duran poco, que duran el momento en que cierras los ojos y se vuelven eternos. También cuento con los posibles abrazos de mis piernas cuando te rodean.

Soledad. A veces no estás tan mal. A veces no te tengo miedo. A veces incluso te necesito para rendir cuentas y encontrarme conmigo misma. Muchas veces, llegado ese momento, no he encontrado nada que me sirva para reprocharme... Felicidad, no sé. Y aunque llegase a encontrarlo algún día, igualmente brindaría. Brindaría por esas personas que se cruzaron en tu camino y esperaste mucho más de ellas, esas que compartieron algo y se marcharon dejándote ahí, sin nada más con lo que poder saciarte. Y por supuesto no nos olvidemos de aquellas otras que no compartieron, sino que te regalaron algo más, e incluso se quedaron ahí contigo, presumiendo de sonrisa. Por ellos brindaré, apoyaré y recorreré.

Pero por supuesto brindemos por el ahora, por no pensar demasiado en las consecuencias, porque el alcohol cura, aunque otras veces escueza. Y me da igual la resaca a la mañana siguiente, sólo pido que cuando despierte sea uno de esos días en los que salte de la cama con ganas de absorber y crecer en cada instante, y que a la hora de dormir sepa que una vez más he conseguido ser un poquito más grande.

Lo importante es que en mitad de este brindis, apareces tú con tu aire de renovar todo lo anterior. De repente en mucho tiempo me veo con ganas de avanzar, de repente quiero que me conozcas en todos los sentidos posibles, de repente muero de ganas por infinitas cosas que ya casi empezaba a olvidar. Y sí, hay muchas ganas pero también miedo. Miedo de que llegue ese día de frío invierno y que tú seas mi único paraíso real.
No es necesario que lo intentes, no te pido que entiendas este caos. Yo tampoco consigo hacerlo, pero me quedo con la certeza de que dentro de lo que cabe en él estas tú haciéndolo todo más FÁCIL.